lunes, 7 de noviembre de 2011

La Dignidad del Embrión Humano


Araceli Jara Cotrina

Resumen
El embrión humano es el resultado último de la fusión del gameto masculino (espermatozoide) con el femenino (óvulo); en ese instante empieza el ciclo vital de un nuevo ser. El embrión es persona humana, no en potencia, sino en acto. Posee dignidad desde el instante de la concepción, tiene un ser excelente y autónomo, en sí mismo. Tiene en sí todas las potencias listas para desarrollarse y llegar a la plenitud de su ser personal. Por tanto, merece ser reconocido, respetado, amado y tratado como tal.
Palabras clave: embrión humano, dignidad, persona.

Abstract
The human embryo is the last result of the merger of the masculine gamete (sperm) with the feminine (ovum); in this instant it begins the vital cycle of the new being. The embryo is a human person, not potentially, but is in act. It have dignity from the instant of the conception, it has an excellent and autonomous being, in itself. The human embryo has in itself all ready capacities to develop and achieved the fullness of its personal being. Therefore, it deserves to be recognized, respected, loved and treated as such.
Key words: Human embryo, dignity, person.

Introducción
En la actualidad, se ha creado muchos debates en torno a la vida humana y la bioética y muy específicamente se ha centrado en la realidad del embrión humano; existen por ejemplo, investigaciones científicas, proyectos legislativos o medias políticas referentes al origen de la vida humana relacionadas con: las manipulaciones genéticas, experimentos con embriones humanos, utilización de células madres embrionarias, etc. En las que el  concepto  de  persona  humana  y  dignidad  ha perdido  sus bases  filosóficas  y  antropológicas,  adquiriendo  una nueva definición, basada en intereses personales o políticos. Así, a la persona humana  se  le  ha quitado  su  categoría  de  persona  porque aún  no  ha  nacido  o  porque  tiene  una  enfermedad que le puede dificultar o impedir desplegar todas las cualidades  y  características  inherentes  al  ser  personal.
Así pues, en la sociedad relativista actual en que el significado de persona humana se ve resquebrajado, se hace necesario hablar de dignidad de la persona y por tanto, del embrión humano.
La presente investigación pretende dar una fundamentación ontológica de la dignidad, incidiendo en el valor inalienable de la vida humana en su primera etapa. Para lograr este objetivo, se tendrá en cuenta los siguientes aspectos: la definición de embrión humano, el significado de persona humana y finalmente se hablará de la dignidad humana con su respectiva fundamentación.

El Embrión humano
El embrión humano posee un estatuto biológico. El ciclo vital del ser humano se inicia a partir de una célula única: el cigoto, formada por la unión del óvulo con espermatozoide, que tras un proceso de desarrollo específico da lugar a la formación de un individuo humano adulto.
El inicio de la vida de un nuevo ser humano se da con la fusión de los gametos humanos: el espermatozoide y el óvulo, a través de un proceso natural de fecundación o a través de otros medios que alcancen a formar una realidad biológica a partir de la cual se pueda desarrollar un ser humano adulto, tal es el caso de la fecundación artificial.  
 LÓPEZ Natalia, sostiene que “la fecundación no es un “instante”, sino un proceso que dura horas, y solo tras la constitución del cigoto, al final del proceso de fusión de los gametos, se establece la identidad genética del nuevo individuo. Sea como fuere, la forma y el modo como ha llegado a la vida, engendrado o por fecundación artificial, cada cigoto vivo es un ser humano, con el carácter personal propio y específico de todos los individuos de la especie humana. El ciclo vital tras la concepción tiene un comienzo y un final definidos. Y a lo largo de su existencia cada uno requiere, de distinta manera y con intensidad diferente, la interacción con el medio donde se desarrolla, que obviamente es el seno materno, nada fácil de sustituir por ningún otro”.[1]
Existen posturas que afirman que el embrión, “hasta su implantación en el útero materno no es persona o ser humano, sino tan solo un conjunto de células, un mero material biológico”[2]. Esta postura es una concepción reduccionista del embrión humano, para dar lugar, al uso instrumental del mismo. Así bajo esta concepción se viene utilizando al embrión como material de experimentación para cualquier fin, o manipulado con fines ajenos a su propio bien. “la biología muestra cada vez con mayor evidencia que el embrión no es una simple yuxtaposición de células o un conglomerado celular. Como todo ser vivo, posee una unidad intrínseca en donde las partes están en función del todo en orden a vivir y con la posibilidad de transmitir vida”.[3]
El desarrollo embrionario presenta unas propiedades o características que permiten evidenciar la unidad intrínseca del embrión, estos son: la coordinación, la continuidad, gradualidad, autonomía e interactividad.[4]
a) Coordinación.- consiste en que todo proceso del desarrollo embrionario es consecuencia de una sucesión de actividades moleculares y celulares dirigidas por el mismo embrión. Es la capacidad de autorregular su desarrollo en una dirección, con capacidad de autogobierno biológico propio. Por tanto, el embrión no es un conglomerado de células.
b) Continuidad.- nos indica que el desarrollo embrionario forma un todo, mostrando una evolución sin quiebras en todas sus fases, tanto a nivel morfológico como molecular. Los cambios se dan de modo gradual, con una rigurosa unidad en la totalidad. Cada paso depende del anterior, de tal forma que el sistema, cuando existen las condiciones internas y externas adecuadas, desarrolla sus inmensas potencialidades según una finalidad ontogénica y un plan unificador intrínseco.
c) Gradualidad.- el desarrollo embrionario se realiza de modo gradual, así, los rasgos que caracterizan a un ser vivo se configuran en el curso del desarrollo, desde la fase de cigoto hasta la forma final.
d) Autonomía.- el embrión posee una independencia en su desarrollo; hasta que no se fija en la pared del útero materno está situado fuera de la madre desde un punto de vista biológico. La madre proporciona el ambiente necesario para el desarrollo del embrión, pero el embrión tiene autonomía propia.
e) Interactividad con el medio.- la capacidad de interacción muestra un todo orgánico que posee una unidad y responde al ambiente desde él mismo, cuando un conglomerado solo mostraría respuestas independientes y sin orden entre sí.
Todas estas características nos permitirán más adelante fundamentar la dignidad del embrión humano.

Significado de persona humana
El término persona está relacionado con la noción de lo prominente o relevante, es decir con la idea de dignidad. Con este término se subraya “la nobleza de aquello de lo que se predica”.[5] Procede del verbo latino «personare», que significa resonar, hacer eco, sonar con fuerza. Pero la raíz de este significado se halla en el término griego prósopon, que significa: “aquello que se pone delante de los ojos”, era una máscara utilizada por los actores en el teatro para hacer más sonora la voz del actor, así la voz del personaje sobresalía, se hacía oír; la máscara también servía para identificar a los personajes en la acción teatral. De aquí la derivación de persona como per se sonans, es decir quien posee voz por sí mismo. Y consecuentemente, la definición propia del Derecho Romano para quien la “persona es sujeto de derecho e incomunicable para  otro”.[6]
BOECIO, filosofo de la época medieval, definió el término persona como: Substancia individual de naturaleza racional”[7]; esta definición es eminentemente ontológica, pues, hace referencia a dos aspectos fundamentales del ser personal: una realidad individual-subsistente y un modo de ser específico, de naturaleza racional (categorías filosóficas procedentes del aristotelismo).
La definición de BOECIO, se puede expresar de la siguiente manera: La persona es substancia, es decir, posee en sí mismo el ser que además es incomunicable (el ser que tiene cada uno no puede pasar a otro); al decir sustancia individual, se quiere expresar la unidad en el ser, la persona es un ser no dividido y como tal se distingue de los otros individuos de la misma especie; y al referirse a naturaleza racional, se quiere expresar su esencia como principio de operaciones, que le hace capaz de conocer y poseer la realidad y además, capaz de tomar decisiones.
Por otro lado, el personalismo ontológico, valiéndose del método fenomenológico, describe a la persona humana desde dos planos: uno ontológico: la persona es sustancia individual, cuyo ser es incomunicable, aunque se abre intencionalmente a toda la realidad; y subsiste como substrato último y raíz de las operaciones y actos libres; y otro dinámico- existencial: que implica un crecimiento del ser personal. La persona se determina a través de sus acciones libremente asumidas, no es solo lo dado, sino también lo que “todavía” no es, es decir, lo que puede llegar a ser cuando despliegue existencialmente su libertad. La persona es, pues, unidad sustancial de  cuerpo y alma racional con notas características propias: es un ser racional, con voluntad, con una capacidad de amar y de apertura al otro, etc.      
Existen unas notas características propias de la persona humana, que son una manifestación de su ser personal:
La corporalidad: que sin duda, es el signo primero para el reconocimiento de un alguien. A este propósito se advierte que la persona humana se nos hace presente a través del cuerpo, el cual está provisto de su misma singularidad. Esta corporalidad nos hace posible estar en el mundo y entablar relaciones dentro de él. Es el instrumento a través del cual el espíritu humano se lo comunica al exterior.
La Autonomía: Desde la perspectiva metafísica, la nota autonomía es la subsistencia del ser personal. Tiene su base en la incomunicabilidad. Es entendida básicamente como el principio de sus propias acciones.  La autonomía confiere una especial dignidad, según la cual el hombre se siente sujeto, es decir, realidad distinta y superior al mundo de puros objetos que lo rodea; la manifestación más alta de la autonomía es la capacidad de poseerse y  gobernarse a sí mismo, es hacer buen uso de la libertad.
La Apertura: La persona humana necesita relacionarse con el exterior para poder vivir; relacionarse con el mundo objetivo como principio de comunicación personal y relacionarse con la trascendencia como posibilidad de llegar a entender el sentido que la vida y la realidad tienen.
La apertura en cuanto nota constitutiva de la esencia de la persona se fundamenta en la propiedad denominada relacionalidad; según esto, la vida humana se encuentra orientada en dos direcciones fundamentales y complementarias: “hacia dentro y hacia fuera”. Hacia dentro en cuanto, la persona busca ansiosa la comprensión de sí misma; reflexión, auto conocimiento, silencio, alegría, creatividad, entre otros. Y hacia fuera es el camino de la excentricidad, exterioridad; cultura, trabajo, comunicación, participación, exterioridad.
La Unidad: el hombre no es solamente alma espiritual, sino un compuesto de alma y cuerpo. La condición personal se manifiesta a través de la totalidad. En la metafísica tradicional la persona es entendida como totalidad. En esta visión, la relación que se establece entre los principios constituidos del hombre, alma y cuerpo, encuentra su sentido en función de la composición de ambos principios.
Cabe señalar que estas notas características son una manifestación del ser personal, pero no son la persona en sí misma. Por eso, algunas de ellas, el embrión las posee en potencia.

Dignidad humana
La palabra dignidad, “constituye una especie de preeminencia, de bondad o de categoría superior, en virtud de la cual algo destaca, se señala o eleva por encima de otros seres, carentes de tan excelso valor”.[8] En concordancia con el término persona, se puede considerar redundante, pues, vienen a significar lo mismo. Hablar de persona equivale a hablar de dignidad.
KANT, lo exponía de la siguiente manera: "la humanidad misma es una dignidad, porque el hombre no puede ser tratado por ningún hombre (ni por otro, ni siquiera por sí mismo) como un simple medio o instrumento, sino siempre, a la vez, como un fin; y en ello estriba precisamente su dignidad (la personalidad)”[9].
La dignidad personal descansa en un valor ontológico, que es connatural a la persona. Nace del valor intrínseco de la persona, de quién proceden los deberes y derechos naturales y que se reconoce porque es previa a todo reconocimiento jurídico. La dignidad humana no se basa en un acuerdo o consenso entre los hombres
La dignidad humana se fundamenta en lo que el hombre «es», es decir, en su modo de ser, lo cual indica, que tiene una esencia específica (naturaleza humana). Por tanto, la persona humana es digna por el simple hecho de ser un individuo de la especie humana. La dignidad humana como tal, no es un logro, ni una conquista, sino una verdad del modo de ser humano; lo que sí se puede conquistar es el re-conocimiento por parte de la sociedad del valor y dignidad de la persona humana. En tal sentido, “La dignidad tiene que ver más con la interioridad de la persona que con los resultados que obtenga; con la singularidad ontológica irrepetible, que la caracteriza, que con el alto nivel de calidad de vida que pueda obtener, por muy elevado que éste sea”.[10]
La dignidad, calificada como “ontológica o constitutiva, irrenunciable e inadmisible, que permanece a todo hombre por el hecho de serlo y se halla indisolublemente ligada a su naturaleza racional y libre”[11]. Desde este punto de vista, todos los hombres, incluso, hasta el más depravado tienen estricto derecho a ser tratados como personas. La dignidad ontológica, nunca se pierde. Es en este fundamento, en el que se asientan todas las notas características de la persona humana.
Para la tradición cristiana la única forma de afirmar la dignidad incondicionada de la persona humana es el reconocimiento explícito de que el hombre está creado a imagen y semejanza de Dios, es decir, tiene un fin sobrenatural, una vocación divina inscrita en lo más profundo de su ser: está llamado a la comunión eterna. En este contexto, la Gaudium et spes afirma categóricamente: “la razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios”. Es tanta la dignidad del hombre, que es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma".[12]
La dignidad humana, como venimos diciendo, deriva de su índole de persona, imagen y semejanza de Dios y que se manifiesta en su actuar libre. Esta dignidad nunca se pierde y es igual para todos los hombres, ni siquiera el peor malhechor la pierde, aunque tenga el peor castigo. Sin embargo, es preciso señalar, que existe también una dignidad moral que depende del uso que se haga de la libertad. Se trata de una dignidad “añadida”, “complementaria” que se deriva del carácter libre del hombre. Ésta si se puede perder.
De todo lo citado en este apartado se puede deducir que el fundamento último de la dignidad se encuentra en “la peculiarísima relación que une al hombre al Absoluto. De hecho, cuando se ha querido prescindir de esa relación, convirtiendo al hombre en principio único y fundamento pleno de sí mismo, se ha desembocado en la más clara negación teórica de la dignidad humana y en los más netos abusos y atentados contra esa misma nobleza”.[13] Muchos atentados en torno a la vida humana en el presente siglo, son claro ejemplo de las múltiples aberraciones en relación a la persona; por ejemplo: los miles de abortos practicados, las prácticas de eutanasia, los experimentos con embriones, las nuevas técnicas de procreación artificial, etc.

Dignidad del embrión humano
Hemos hablado de una dignidad ontológica o constitutiva, que pertenece a todo hombre por el hecho de serlo y se halla totalmente ligada a su naturaleza racional y libre.
Desde el punto de vista científico, parece hoy demostrado que desde “el instante mismo de la fecundación, se instaura una nueva vida, dotada de un dinamismo propio e intrínseco y por tanto, perteneciente a sí misma, y no al padre o a la madre. Evidentemente, las relaciones de dependencia de este nuevo ser con respecto medio –en este caso, el seno materno- son extraordinarias, hasta el punto de que, sin las aportaciones de la madre, esa nueva vida se extinguiría”.[14]
La dependencia del embrión humano, a la madre, es circunstancial, temporal, no ontológica. Pues, posee un ser autónomo, en sí mismo y no en el ser de la madre; es una sustancia individual, distinta de la entidad sustancial de la madre, no es un accidente; es un ser único e irrepetible, valioso por sí mismo, con todas las potencialidades de una persona humana, aunque todavía no manifieste plenamente una actuación autónoma. Este hecho se puede comprobar de modo contundente, -como dice MELENDO- en la fecundación in vitro: “el embrión no constituye un apéndice de la madre, por el sencillo hecho de que también puede desarrollarse, en sus primeras etapas, en un medio de cultivo exterior al organismo materno”[15]. Por tanto, el embrión humano es un ser autónomo en su ser, pero, dependiente de un medio adecuado para su sobrevivencia. El fundamento de esa autonomía radica en que no es solo cuerpo (parte material), sino, también espíritu (alma espiritual) que hace partícipe del ser al cuerpo y los dos constituyen un solo ser en una unidad íntima.
Así pues, el ser humano desde su concepción tiene un ser excelente y autónomo, tiene en sí todas las potencias listas para desarrollarse y llegar a la plenitud de su ser personal. En su mismo ser está esa potencialidad o virtualidad que se actualizarán plenamente si se ponen las condiciones necesarias para la realización de su proyecto humano. Por tanto, nadie ni nada debe interponerse a este desarrollo natural de su ser que se impone y exige ser respetado.
Otro aspecto que la ciencia demuestra, es que en “el desarrollo que se lleva a cabo desde el momento de la fecundación hasta el nacimiento, no existe quiebra alguna por la que pudiera admitirse un cambio en la condición de sujeto de ese despliegue; en otras palabras, en el genotipo del cigoto está ya contenida la identidad biológica del individuo adulto y , en cierto modo, la fuerza radical que hará en el pequeño conjunto de células derivado de la fragmentación del cigoto se desarrolle hasta alcanzar el estado de embrión, feto, neonato e individuo adulto”[16]. En este sentido, el genetista Jérome Lejeune hace la siguiente afirmación: “Aceptar que después de la fecundación un nuevo ser ha comenzado a existir no es ya una cuestión de gusto o de opinión (…) no es una hipótesis metafísica, sino una evidencia experimental”.[17] En consecuencia, se puede afirmar que la ciencia experimental solo puede conocer el cuerpo humano y no la verdad sobre el ser personal del hombre, que solo puede ser conocida a la luz de la filosofía, y en cierta manera también de la teología, con sus medios cognoscitivos propios, así como haciendo uso de los datos que ofrecen las ciencias experimentales.
“La ciencia no puede sustituir a la filosofía y a la revelación, dando una respuesta exhaustiva a las cuestiones fundamentales del hombre, como las que atañen al sentido de la vida y la muerte, a los valores últimos, y a la naturaleza del progreso mismo. La ciencia, aunque es generosa, da sólo lo que puede dar. El hombre no puede poner en la ciencia y en la tecnología una confianza tan radical e incondicional como para creer que el progreso de la ciencia y la tecnología puede explicarlo to­do y satisfacer plenamente todas sus necesidades existenciales y espirituales”.[18]
El embrión humano es persona y, por lo mismo, digno desde el instante de la concepción, y como persona posee una naturaleza racional; pues si bien es cierto su cuerpo no está todavía plenamente desarrollado y no se manifiesta como humano -en los primeros meses de vida-, pero posee una alma espiritual perfecta, que todavía no se expresa al exterior con plenitud porque necesita de un cuerpo desarrollado para ejercitar su inteligencia y su voluntad libre; pero es precisamente su alma racional la que le hace ser persona. Si el ser humano no tuviera alma espiritual, no existiría una diferencia esencial entre su ser y el de los demás seres existentes del mundo material.
No es válido afirmar que el embrión humano es persona solo en potencia, así lo afirma PARDO: “El embrión no es un hombre en potencia sino un ser humano en acto. No es una persona potencial, sino que es actualmente una persona humana  con potencialidades todavía no actualizadas. Lo que está en potencia es el desarrollo de unas facultades, pero no el sujeto de tales facultades”.[19] Por tanto, toda persona no nacida, desde el mismo instante de la concepción, debe ser respetada y valorada en su ser.
Conclusiones
·        Al hablar de Persona humana, inmediatamente, se hace referencia a su dignidad que lo eleva, lo hace superior y trascendente a los demás seres creados. Ésta tiene un fundamento ontológico en el que se asientan todas las notas características de su ser personal.
·        El embrión es persona humana, no en potencia, sino en acto. Posee dignidad desde el instante de la concepción, tiene un ser excelente y autónomo, en sí mismo. Tiene en sí todas las potencias listas para desarrollarse y llegar a la plenitud de su ser personal. Por tanto, merece ser reconocido, respetado, amado y tratado como tal.

Referencias Bibliográficas
1.     AZNAR Justo, PASTOR Luis. Estatuto biológico del embrión humano. En: AZNAR Justo, Coordinador. La vida humana naciente 200 preguntas y respuestas. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos; 2007.
2.     BENEDICTO XVI. Discurso a la Academia Pontificia de las Ciencias. Revista Palabra “06 de noviembre” 2006 (Nº 516, DP 204:208).
3.     Documentos del Vaticano II. Gaudium et Spes. 43ª Ed. España: Biblioteca de Autores Cristianos; 1991.  
4.     GARCÍA José. Antropología Filosófica: una introducción a la filosofía del hombre. 2ª Ed. Pamplona; Ediciones universidad de Navarra, S. A; 2003. 
5.     LÓPEZ Natalia. La Realidad del Embrión Humano en los Primeros Quince Días de Vida. Persona y Bioética. 2004. ”Enero-Abril”. 
6.     MELENDO Tomás, Dignidad de la Persona. En: Polaino-Lorente A, Director. Manual de Bioética General. 4ª Ed. Madrid: Ediciones Rialp S.A; 2000.
7.     MELENDO, Tomás. Dimensiones de la Persona. 2ª Ed. Madrid: Palabra; 2001.
8.     PARDO José. Bioética Práctica, al alcance de todos. Alcalá, Madrid: Ediciones Rialp. S. A; 2004.
9.     POLAINO-LORENTE Aquilino. Fundamentos de psicología de la personalidad. España: Ediciones Rialp. S. A; 2003.  



[1] LÓPEZ Natalia. La Realidad del Embrión Humano en los Primeros Quince Días de Vida. Persona y Bioética. 2004. “Enero-Abril”. N° 20-21.
[2] AZNAR Justo, PASTOR Luis. Estatuto biológico del embrión humano. En: AZNAR Justo, Coordinador. La vida humana naciente 200 preguntas y respuestas. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos; 2007. p. 21
[3] IBÍDEM, p. 24.
[4] Cfr. AZNAR Justo, PASTOR Luis. Op. Cit., pp. 24-26.
[5] MELENDO Tomás, Dignidad de la Persona. En: POLAINO-LORENTE Aquilino, Director. Manual de Bioética General. 4ª Ed. Madrid: Ediciones Rialp S.A; 2000.p.59
[6] GARCÍA José. Antropología Filosófica: una introducción a la filosofía del hombre. 2ª Ed. Pamplona; Ediciones universidad de Navarra, S. A; 2003. p. 119. 
[7] BÍDEM, p. 120.
[8] MELENDO, Tomás. Dimensiones de la Persona. 2ª Ed. Madrid: Palabra; 2001. p.19.
[9] MELENDO Tomás. Op. Cit., p.67.
[10] POLAINO-LORENTE Aquilino. Fundamentos de psicología de la personalidad. España: Ediciones Rialp. S. A; 2003. p. 50.  
[11] MELENDO Tomás, Op. Cit., p.67.
[12] Documentos del Vaticano II. Gaudium et Spes. 43ª Ed. España: Biblioteca de Autores Cristianos; 1991. Nº 24.
[13] MELENDO Tomás, Op. Cit., p.61
[14] IBIDEM, p. 67.
[15] IBÍDEM, p. 67.
[16] IBÍDEM, p. 67.
[17] IBÍDEM, p. 67.
[18] Benedicto XVI. Discurso a la Academia Pontificia de las Ciencias. Revista Palabra “06 de noviembre” 2006 (Nº 516, DP 204:208) pp. 208 – 209.
[19] PARDO José. Bioética Práctica, al alcance de todos. Alcalá, Madrid: Ediciones Rialp. S. A; 2004.p.69.